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de Sandra Massera

Nota de la autora

El suicidio siempre es perturbador. Si se trata de un joven, autor de una de las series de relatos más inquietantes y bellos de la literatura del siglo XX, deja una rara sensación de impotencia por lo inexorable.
Perturbadora es sin duda también la producción literaria de Ryunosuke Akutagawa (Tokio, 1892-1927), que con frases concisas y abruptas logra en cada uno de sus relatos transportar al lector a un universo a la vez tan conocido y tan ajeno de imágenes y vivencias que es difícil sustraerse a la fascinación que provoca.

 

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Este texto para la escena propone un Akutagawa ya muerto, cuyo espectro  vaga todavía con desasosiego por el viejo hotel donde se quitó la vida hace más de ochenta años. Está marcado por el estigma de todo espíritu en pena: cree que debe concluir lo que dejó sin terminar.
En este caso, un relato que ha dejado a dos personajes desamparados.
En uno de sus últimos relatos, Los engranajes, que resultó desesperadamente autobiográfico, Akutagawa hace alusión a la necesidad de concluir su novela histórica y otros cuentos.
En esta pieza para la escena, al evocar una y otra vez a los personajes de sus relatos —única compañía en la muerte— intenta reescribir, volver a imaginar lo ya realizado, y a la luz de su nuevo estado espiritual, cambiar algo de lo hecho en vida.

La sensación de no haber logrado la excelencia, de haber fracasado, de no ser comprendido en su época, ya se ha escuchado muchas veces en boca de célebres artistas atormentados. Lo inusual es leer en la nota de suicidio que le dejara Akutagawa a un amigo:  Ahora que estoy listo, encuentro la naturaleza más hermosa que nunca, paradójico como suene. Yo he visto, amado, entendido más que otros; en esto tengo cierto grado de satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado.

El 24 de julio de 1927 Akutagawa se suicidó ingiriendo una dosis calculada de Veronal –cianuro de potasio- tras planificar con cautela cada paso de su acto. Deseaba que su cuerpo mantuviera en la muerte un aspecto sereno y delicadamente pálido, y según cuenta su amigo Kawabata, en los días anteriores al suicidio empezó a blanquearse la cara para que la gente se fuera acostumbrando a verlo muerto.

Akutagawa fue testigo de una época de grandes tensiones y fracturas en la que Japón se debatía entre la nueva influencia de Occidente y la preservación de sus ritos y tradiciones. Sus historias se nos aparecen hoy día tan universales en la descripción de los regocijos, debilidades y miserias humanas como si se trataran de una obra de Shakespeare.
Conocido en Occidente sobre todo por Rashomon, la película de Akira Kurosawa, hoy día existe unanimidad en considerar a Akutagawa un cuentista a la altura de los grandes maestros occidentales del género como Maupassant, Chejov o Poe.

Para la escritura de esta pieza dramática se tomaron como fuente de inspiración notas biográficas, la nota de suicidio, varios de los relatos de  Akutagawa y su novela Kappa.
Los relatos El biombo del infierno, En el Bosque, Rashomon y Los engranajes forman el conjunto que inspiró más fuertemente la escritura de Hotel blanco.

Hotel blanco está inspirado en la vida, obra y muerte de este artista y en la relación imaginaria que mantendría con los personajes de sus relatos si pudiera verlos cara a cara, si pudiera construir la parte de las vidas de algunos de sus personajes que nunca llegó a escribir, los diálogos que nunca imaginó estando vivo, si pudiera darle vida incluso a aquellos personajes que no son tales en su verdadera obra escrita sino sólo alusiones en una frase perdida en medio de un relato. O dar vida a personajes nuevos.
Si todos los creadores muertos jóvenes hubieran vivido cuarenta, cincuenta, sesenta años más, quizá hubieran perfeccionado, renegado o quemado lo ya hecho. O dejado tal cual estaba. Nunca lo sabremos. Esta es la historia imaginaria de lo que intentaría hacer Akutagawa si tuviera una conciencia de ciento veinte años.
Hotel blanco, más allá de ser un homenaje a Akutagawa, está dedicada a la escritura en sí misma y la emoción que experimenta todo autor en presencia de esas criaturas frágiles y empecinadas: los personajes.

 

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Carta de suicidio de Akutagawa

Épocas y personajes en Hotel Blanco

Estructura narrativa

Akutagawa y el cine de Kurosawa

El ritual del Jigai

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