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Reseña
de Búsqueda (Jueves 22 de julio de 1999)
Los
sexos al desnudo
Quien
vaya a Puertoluna los viernes o sábados a las 22.30 hs., encontrará
un panorama inesperado. Tras esperar el el hall, un señor le
invitará -previo paso por boletería- a ingresar por un
carnoso túnel de utilería a través del que asoman
las cabezas de los actores. Luego de penetrar por esta caverna orgánica
que gime de placer y dolor, el público queda dispuesto en una
habitación rectangular, pronto para asistir a un encuentro desopilante.
El presentador, con nerviosa grandilocuencia, anuncia el motivo de la
reunión: cinco grandes de la teoría sexológica,
desde las más diversas áreas, expondrán recientes
investigaciones sobre el tema más viejo del mundo. La obra Congreso
de sexología ha comenzado.
Abre
el juego la ponencia de una antroipóloga que ha vivido de cerca
las costumbres de "La Comarca", un paraje desconocido donde
los habitantes, si bien ostentan un único sexo, se las arreglan
para reproducirse (y mucho más) por medio de originales maniobras.
Escopeta fálica en mano, la exploradora ahonda en detalles de
una cultura que aunque totalmente distinta a la nuestra, tiene un punto
en común: allí conviven prejuicio y promiscuidad.
A
continuación sigue un arrebatado científico que con el
cabello desarreglado y los ojos casi en blanco se propone explicar los
últimos avances en el terreno de las parafilias, esto es, las
perversiones sexuales. pedofilia, zoofilia y demás patologías
del comportamiento humano son abordadas con tal vehemencia que deja
entrever que el hombre no está en sus cabales, finalizando su
intervención fuera de sí, con un disimulado ataque de
nervios. Toma la posta un biólogo, que más preocupado
en los problemas que en el tema a tratar, denuncia los recortes presupuestales
y las irregularidades administrativas que nunca faltan en todo congreso
que se precie de tal. Cierra las exposiciones un hermafrodita que en
lengua ininteligible (pero al fin de cuentas comprensible) explica los
puntos básicos de su particular sexualidad.
Superada
la primera parte del alocado simposio, un intermedio de descanso no
logra aplacar los ánimos inestables de los académicos.
Galletitas con forma de corazón son ofrecidas al público,
cuidando que las celestes sean para los varones y las rosadas para las
mujeres. Se convida además con una bebida de sabor amargo que
también se distribuye contemplando la clásica concordancia
de sexos y colores.
Realizado
por el arquitecto, periodista y escritor Carlos Rehermann, autor de
aquella novela "El robo del cero Wharton" que en 1995 anticipó
el robo del Museo Blanes, el texto enfrenta las mil facetas de la sexualidad
con dosis parejas de inteligencia y humor. La directora, Sandra Massera,
egresada de la EMAD y docente de la institución, lleva la obra
fácilmente, aprovechando la soltura del argumento para trasponerlo
al improvisado escenario de modo sencillo, sin formalidades. Los actores,
de distintas escuelas, realizan un trabajo distendido, que parece tener
como primer móvil divertirse entre ellos para luego divertir
al público.
La
segunda parte del encuentro encierra más sobresaltos. Ya sea
porque el tema parece excitar a los participantes, ya porque el brebaje
de colores se les subió a la cabeza, lo cierto es que pasado
el entreacto el ánimo de discordia se multiplica y los implicados
pierden el poco sentido común que parecían tener. Entre
el público, un par de actrices infiltradas siembran el desconcierto
con preguntas e intervenciones fuera de lugar. En este ambiente tenso,
científicos de uno y otro sexo se precipitan en una batalla de
insultos y peleas, donde los ataques personales, y las conductas que
éstos suscitan, dejan asomar patologías de todo tipo.
El texto, sin embargo, a diferencia de otros recientemente estrenados
("Greek", "Closer"), no cae en el uso y abuso de
expresiones y términos burdos, optando por metáforas y
eufemismos que además de potenciar el humor, permiten al autor
saltear un lenguaje agresivo.
En
medio del clima de arrebato, un hombre llamado Sabio Silencioso, de
clara estirpe oriental, lanza las últimas palabras con las que
culmina la convocatoria: unas consideraciones banales sobre la caña
de bambú y la vida dan el punto final a un periplo descabellado
que, paradójicamente, resulta sano y entretenido.
Carlos
Reyes
Reseña
de Brecha* (viernes 23 de julio de 1999)
El
discurso está en vosotros
(...)
detrás de las formalidades, el encuentro de supuestos sabios
podría dar lugar a estallidos sobre la lucha de los sexos, sobre
los mitos y los complejos, sobre las barreras del lenguaje para decir
las cosas como realmente son (...)
(...)
las sucesivas intervenciones son seguidas de una pausa con "comestibles
y bebestibles" y un intercambio de ideas, con preguntas de un público
especialmente colocado y que forma parte también del elenco del
espectáculo.
(...)
Una explosión de aparentes locuras, desde la exploradora con
aparato insólito hasta una hermafrodita (o un hermafrodita) que
habla en una lengua inventada, pasando por un científico uruguayo
(el más entretenido, cabe decirlo) que se empeña una y
otra vez en defender sus reivindicaciones de presupuesto para las investigaciones
necesarias (...) Puede destacarse la gracia natural de Ricardo Romay
en ese uruguayo protestador (...)
AG
(*)
fragmentos
Ercole
Lissardi opina
Me
gustó mucho la estructura global del espectáculo, dividido en ponencias
y preguntas, y el tono general de farsa expresionista. Todos los personajes
aunque jugados caricaturescamente, puesto que se trata de una comedia,
son "densos" (para usar tu palabra) y significativos, y los nudos que
se forman en o entre ellos (atracción, entropía, desconfianza, rechazo)
emergen con nitidez y con fuerza. Es muy interesante la aproximación
crítica a los discursos (sicoanálisis, biología, antropología) sobre
lo sexual y la confrontación de esos discursos con el personaje misterioso
y seductor del andrógino. La expresividad del andrógino entre la danza
y el lenguaje puramente musical me pareció un hallazgo. El texto "traducido"
de su discurso, que se lee en la "carpeta", me parece muy bello. Las
propuestas de interacción con el público me parecen muy buenas (en el
foyer el público es tratado como participante en el congreso; los ponentes
espían al público antes de la función; se requiere las preguntas del
público en la segunda parte, etc.) pero me parece que podría habérselas
llevado mas lejos: el público que acude a ver teatro inteligente normalmente,
si se le marca claramente el camino, esta dispuesto a participar.
Ercole
Lissardi
Crítica
aparecida en El País, probablemente la peor jamás escrita.
Cosas
inexplicables
La
tontería al poder
Mientras
el público hace cola para entrar a la sala chica de Puertoluna, un integrante
del elenco que luego será el Presentador, reparte los programas diciendo
que son carpetas del congreso del título, con lo que plantea la interesante
expectativa de que el público pueda comprometerse como "asistente" al
mismo. Ni esa ni ninguna otra expectativa posible puede ser colmada
por un espectáculo de muy difícil ubicación en cualquier opción imaginable.
Porque si alguien se siente tentado por la palabra "sexología" en su
denominación, debe saber que de ese tema no se habla prácticamente nada
y por lo tanto no cabe esperar ni siquiera una tímida picardía. Si por
el contrario alguien cree que la intención del autor es satírica, o
sea tomarle el pelo a los congresos en general y a los sexológicos en
particular, debe saber que la cosa tampoco va por ahí porque la galería
de personajes estrafalarios que se supone va a integrar el panel es
tan absurda y exagerada que desborda los límites de cualquier caricatura.
Si algún otro iluso supone que detrás de quien firma Carlos Reherman
hay un autor con algún sentido del lenguaje teatral, capaz de trasmitir
algo a la platea, aunque ese algo sea tan incomprensible como lo es,
también se equivoca. La "obra" es una sucesión de monólogos tan largos
como insípidos, en donde supuestamente se busca el humor sin encontrarlo
nunca y donde es imposible entender por qué hay personajes espásticos
que salivan con fruición, repiten el texto como si se lo hubieran olvidado,
hablan en un idioma inventado sin clave de comprensión posible o se
quedan callados en actitud reflexiva. Sólo un médico investigador dice
alguna cosa coherente (apoyado por el hecho de que lo interpreta el
único actor del reparto), pero por eso mismo cada intervención suya
parece de otro espectáculo. La dirección sólo figura como un nombre
en el programa y resulta inexplicable que algunos técnicos prestigiosos
como Norma Berriolo, Claudia Schiaffino, Haydée Chocca y Claudia Sánchez
se hayan comprometido en este disparate, que confirma la dolorosa convicción
de que el teatro es la única actividad especializada que puede ejercerse
sin título e impunemente.
G.A.R.
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