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Caos
planificado* Cada vez que resulta imposible comprender el mundo, la idea de laberinto aparece como un recurso para dar la ilusión de que se dispone de un modelo de análisis. Puede emplearse el laberinto como paradigma al que se refiere la argumentación, o puede usarse como mecanismo de pensamiento. Borges utilizó con generosidad ambas modalidades. Algunos de sus relatos toman el laberinto como tema, otros están construidos como dédalos. Como
el laberinto es, imaginado o no, un evento espacial, existe la posibilidad
de contemplarlo desde el exterior o de penetrar en él. Visto de esta forma, el laberinto se muestra de una vez: sus corredores con bifurcaciones, sus vías muertas, su sistema. Aquí el edificio ya no está en la misma categoría que el observador, ha dejado de ser una cosa, se convierte en la idea de un mecanismo. Cuando Borges se refiere al laberinto para dotar de un escenario a unos personajes (La casa de Asterión, por ejemplo), emplea esta modalidad: nos habla de un dispositivo que ya conocemos, comparte con los lectores el plano del edificio. En la otra punta de la idea está la experiencia del edificio como envoltura espacial, el edificio penetrado. La conciencia de sí como sujeto espacial depende de las relaciones que establece el yo con el mundo. Trasponer un umbral es un acto que cambia bruscamente esas relaciones, y por lo tanto cambia bruscamente la conciencia de sí. El modo como se percibe esas relaciones entre el yo y el mundo tiene un efecto inmediato sobre las emociones: si hay una correspondencia entre el mundo en el que hemos penetrado y nuestro yo, nos sentiremos seguros; de lo contrario experimentaremos angustia. La
belleza de un viejo calabozo medieval puede ser percibida por un turista,
pero jamás por un hereje condenado al encierro. La locura comienza cuando
el prisionero se conmueve ante la belleza de la cárcel. Cuando usamos la imagen del laberinto para intentar expresar la sensación de temor, angustia y desconcierto que nos produce la realidad, en el fondo estamos pidiendo ayuda para encontrar el camino de la comprensión. Más que un paradigma, la idea de laberinto es un grito de socorro. El laberinto es, como dice Alfred David en un estudio sobre The house of fame de Chaucer, “caos planificado”. Admirablemente parecido al mundo. *Publicado orginalmente en Insomnia, Nº 71. |
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