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Expertos en perlocución
Carlos Rehermann

Cuando se dice algo acerca de una cosa, la cosa tiende a convertirse en una ilustración de lo que se dice. El lenguaje nunca se limita a nombrar; más bien, utiliza las cosas para construir un discurso socialmente orientado. El estudio comparado de las lenguas muestra que no se las puede reducir a un conjunto de rótulos (lo que sería una nomenclatura) que sirvan para designar cosas o conceptos preexistentes.

Rara vez las palabras de una lengua tienen equivalentes exactos en otra, lo que dejaría vacíos o lagunas de significación. Cuando un político realiza su discurso preelectoral, el único sentido que debería otorgársele es el de conseguir que la mayor cantidad posible de gente vote al político. Allí radica la meta del discurso, como diría el gramático holandés Teun Van Dijk. Sin embargo, el propio hablante pide que se analice su discurso como si las acciones que lo motivan (las próximas elecciones) no tuvieran nada que ver. El hablante no necesariamente es mentiroso, o maquiavélico, o incluso consciente de que su discurso tiene una meta que no se refiere a su denotación (es decir, al aspecto del mundo al que hacen referencia las palabras). Que lo que se diga sea verdadero o falso puede dar indicios del carácter del hablante, pero no cambia la meta del discurso.

En ese sentido, el discurso de un político honesto tiene el mismo valor que el del arribista más venal. La meta de un discurso suele ser una acción en el mundo. Tradicionalmente, se estudiaron las metas del discurso haciendo uso del término persuasión, es decir, de qué manera actúa el discurso para producir cambios de opinión y de creencias; la arenga es un caso extremo del aspecto persuasivo del discurso, en el cual se intenta ya no modificar una opinión, sino producir una acción inmediata.

La crítica de arte, como cualquier otra actividad humana, se desarrolla en un medio social determinado; funcionan allí roles, jerarquías, posiciones de poder, dinero, prestigio y supervivencia.

Un crítico de arte dice del artista alemán Joseph Beuys que "la desolación de la civilización del consumo es el universo del que el artista toma la materia prima de su obra". De inmediato, la obra de Beuys comienza a verse (al menos por los ojos del crítico) como la plasmación de ciertas ideas acerca de "la desolación" y de "la civilización del consumo". Estas ideas pertenecen al crítico, ya que si Beuys hubiera querido hablar de ellas, habría dicho: "la desolación de la civilización del consumo, etc."; en cambio, el artista hizo una performance en la que hablaba con un conejo muerto, o daba vueltas en torno a un coyote. El discurso crítico emplea la obra de Beuys como caso que tiende a servir de instrumento para su meta.

Como diría J.L. Austin, de la escuela de Oxford, se trata de un acto del lenguaje donde predomina el carácter perlocutorio (un fin lejano al significado del discurso) con una intención ajena a la observación de la obra de arte. Los discursos críticos suelen tener metas persuasivas destinadas a convencer a los lectores de las maravillosas cualidades de ¿quién? del crítico.

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